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Hay frases o expresiones que, la mayor parte de las veces, las repetimos porque a nosotros también nos las han dicho mientras crecíamos y no creemos que sean “para tanto”.
Por eso, está bien ser conscientes de qué no deberíamos decirles nunca, y tener siempre muy presente que las palabras pueden hacer tanto daño como el maltrato físico.

Parece que nos inclinamos hacia un mundo hecho por y para los adultos, donde los niños quedan reducidos a espacios muy concretos y solo interesan como consumidores.

Hemos perdido la perspectiva del niño y solo queremos entender la del adulto.

¿Dónde está el respeto a la infancia?

No hay un mundo de adultos y un mundo de niños, es el mismo.

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